Hoy
amaneció, igual que cualquier día del almanaque. Sonrió el sol,
eso sí, con mayor intensidad. Un día hermoso de celajes pardos,
ruidosos de pájaros. El cosmos entero cumple con su rutina, se
esmera, pero hoy amaneció allá en el vasto cosmos, más acá en los
pájaros, y a pesar de ello, es el día en que se acaba el día. Diem
ignoto…
La
gente camina, susurra, busca y se acostumbra fríamente a lo
irremediable, esto es, la labor, el sustento, la ansiedad, el afán.
Pero yo permanezco, me detengo en la cotidianeidad y siento que el
sol salió sin tomarme en cuenta; se las ingenió para aguijonearme
luz sin preguntarme si lo necesitaba porque ni siquiera yo lo sabía,
pues hoy, mi hoy, carece de luz en realidad. No existe la armonía de
la naturaleza, algo camina mal. No hay concordia con la geometría de
los cielos y mi moral.
No
me dijeron. Nadie me advirtió que llegaría hoy, donde lo que hice
ayer no sirve para nada, donde lo que dije ayer se quedó
precisamente allí. Donde al aire que aspiré profundamente en mis
suspiros, ya hoy conforman otros que no son los míos, y no lo serán.
Donde una gota de recuerdo se hace hoy mar, porque ayer la desprecié
y hoy me ahogo en ella. ¿Por qué ha de ser así? ¡Quita el aire de
una vez y no con tanta longanimidad! ¡Despréciame hoy nuevamente,
no me des más oportunidad! Lo extenuante de toda circunstancia es
que lo que se dijo, se ha dicho, se oyó, se asimiló y se le dio
tiempo para que germinara. Hoy es un árbol de frutos amargos. Quizá
si hubiera desistido en su ocasión, si hubiera retractado en su
momento, si hubiera especulado mi destino, ese árbol de amargos
frutos no me taparía con su sombra inequívoca, donde no veo
moraleja ni sazón, pero sí vislumbro la ironía de un destello y me
atrapa la visión de lo que pude haber hecho ayer, en instantes
infinitésimos, en medio de los inconstantes movimientos de las hojas
lozanas. Me pregunto como un niño a esas edades qué haré ahora.
¿Tendría acaso el valor de trepar por su tronco hasta su seno y
divisar allí la plenitud del ayer como un posible hoy trocado? O
quizá entonces, desde arriba vería la mejor oportunidad de
precipitarme al otro lado, en el vacío de hoy… Cobarde y abrumado
me detengo y pienso: Esto lo sabré mañana, cuando habiendo decidido
subir con ánimo, esperaré lo que hago hoy para resolver este dilema
cruento. Absurdo que también me plantearé el día de mañana pues
me detendré y bajaré de nuevo. Y así, en la consecución
inexorable de los días, esperaré lo que decida, lo que diga, lo que
se oiga, lo que germine, y la efímera tranquilidad me invadirá
hasta que muera sin la redención, porque siempre amanecerá igual
que cualquier día del almanaque.
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